Tengo envidia de este blanco
de las paredes;
tengo envidia de este rojo
de los rosales;
tengo envidia de aquél geranio
porque florece quieto
en el patio de su casa.
La envidia de un forastero
al hombre de tierra
me viste de verde,
me descompone:
en los olivares
yo soy el abono...
Parte de mi será
esta arena,
parte de mi será
aquella montaña,
de una parte de mi
saldrá el canto apasionado
de un labrador sin nombre,
si me detengo...
El remolino flamenco
desenterrará mis cenizas,
si me detengo...
Si me detengo
pegadita al blanco del muro,
amarrándome con el rojo vivo
de los geranios,
me despacharía de mi envidia;
la mandaría lejos
a buscar suerte por los olivares,
a rociarlos con la amargura
de mis andamios
para que den frutos
verdes,
amargos frutos de mis avatares,
y aceites de cura
para engrasar las heridas
desde adentro,
para que también den frutos,
frutos maduros de mis entrañas.
Si me detengo...
La envidia de un forastero
al hombre de costumbres.
Si me detengo
y me impongo
dentro de mis venas,
contra mi propia sangre,
como una presa...
!Qué sencillo e imposible!
Como este rojo,
como aquél blanco
si me alejo...
Como un adelanto
para sus adentros susurra la llaga:
"Solo quien repuja su tierra
obtendrá la llave de sus ataduras".
Aunque te tengo envidia, forastero,
¡Plantaré mi maceta desamparada!
En este rojo vivo,
en este blanco
y verde...
Antropología Poética Torroxeña
Me siento atesorada cuando paseo por sus calles estrechas, forjadas entre los siglos con el amor, con el odio, con la venganza, con ilusión de un porvenir mejor, con la fe en la condición humana, reflejada en sus calzadas, en los paredes de sus edificios, en el tiempo corrompido por el abandono, por el olvido de nuestros antepasados.
martes, 14 de agosto de 2012
miércoles, 25 de julio de 2012
En las termas de Caviclum
Entre las sombras del tiempo,
hallé tus sandalias, Anatolia...
Tus apresurados pasos, ligera,
como una zorrilla por las salas de
mármol,
sacándole brillo con ingenio y
frescor de tus risas ,
y las cosquillas de tu túnica por los
pasillos
me aliviaron la estancia en Caviclum.
Llena de gracia eres, Anatolia,
contigo, sumergido en los recuerdos
templados
de la memoria huidiza
no me pesan los años,
al igual que tus sandalias descocidas
en la palma de mi mano
y la túnica , con manchas de purpura,
huérfana, en mi lecho...
No me pesan los años...
Al igual que el hueco que me cavaste en
el pecho,
rociando la herida con dedos de
pétalos.
Cuando sopla el viento a través de los
siglos
entrando por la garganta obstruida de
una ánfora,
produce un eco extraño, con desgarro,
asustando las gotas de vino añejo en
lo hondo...
Te contemplé en las termas de Caviclum,
Te contemplé...
Y me vi reflejado
en tus pupilas...
martes, 24 de julio de 2012
Entre sillas de anea
Me siento atesorada cuando paseo por
sus calles estrechas, forjadas entre los siglos con el amor, con el
odio, con la venganza ,con ilusión de un porvenir mejor, con la fe en la
condición humana, reflejada en sus calzadas, en los paredes de sus
edificios, en el tiempo corrompido por el abandono, por el olvido de
nuestros antepasados.
Soy Elena aficionada a la poesía y
legado histórico de los pueblos del mediterráneo, uno de ellos es
Torrox donde resido actualmente.
Nacida en San Petersburgo, vivo mi propia historia particular
en Andalucía, dando pasos pequeños y respetuosos por las piedras centenarias, que
cuentan a todo el caminante interesado sus secretos, mitos y leyendas
de los que pasaron por aquí antes que nosotros; merecen ser
escuchados, trasmitidos con dignidad, vividos en carne propia del
viajante que siente, llora, canta; mientras pisa haciéndose con el
camino de la historia forjando a sí mismo con cada pisada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)